Un día, fue a visitar a su abuelo con la idea de que le contara una historia de piratas, pero su abuelo Ramón le dijo:
- Nico, hoy te voy a contar una historia, pero por la noche, que me he enterado de que hay visitas nocturnas a la muralla y así será más emocionante.
Nicolás se puso muy contento y se fue a la plaza a esperar la noche.
Cuando salió la luna, Nicolás buscó a su abuelo y se fueron los dos contándose historias.
Por el camino, Nico vió una tienda de pasteles y nada más verlos le rugió el estómago. Su abuelo, que lo notó, le dijo:
- Ve yendo tú a la muralla que yo te alcanzo luego. Voy a comprar dos bollos de crema, ¿Vale? -
Nicolás asintió y se encaminó hacia la muralla. Cuando llegó se puso a esperar a su abuelo y mientras, empezó a dibujar en una piedra de la muralla. Al tocarla con su lápiz verde chillón, la piedra se escondió y se abrió ruidosamente una puerta que conducía hacia la luz de algún lugar, porque se distinguían voces y siluetas de gente.
Nico, que es muy, pero que muy curioso, no perdió tiempo y corrió hacia dentro. Al entrar, vio una moneda de plata en la que estaba inscrita la palabra ABDERA y no dudó en cogerla y guardársela. Cuando entró, se escuchó que la puerta se cerró de un portazo y Nico sintió miedo.
Empezó a andar lentamente hacia la luz con el temor de no poder abrir la puerta después y quedarse en ese lugar para siempre. Cuando salió de dentro de la muralla, se quedó boquiabierto. Ese extraño pueblo se parecía un poco a Adra, sólo que la gente vestía muy anticuadamente; las mujeres, todas llevaban vestidos largos y delantales, y la mayoría de los hombres llevaban sombrero y botas altas. Nico empezó a andar y cuando sólo llevaba dos pasos, una voz lo llamó:
- ¡Nicolás, hijo mío, estás vivo! - Nico se dio media vuelta y se encontró a una mujer que corría hacia él llorando. Esa señora llevaba un viejo sombrero de color gris atado al cuello, un vestido hasta los talones de color verde turquesa y unos largos y rubios rizos que se movían como serpientes. -¿Estás bien? ¿Te has escapado, tesoro? ¿Te han hecho daño?, ¡Como te han vestido! Ven a casa, vamos a celebrar que los piratas han dejado libre a mi niño.
Nicolás se extrañó mucho y pensó que esa señora lo había confundido con alguien o algo así. La mujer lo llevó hasta una casucha pequeña, con una sola habitación, sin tele ni ordenador ni sillones, sólo una chimenea y dos camas. Cuando vio esa casa, Nico comprendió que de alguna manera había viajado como 300 ó 400 años atrás, y esa mujer lo había confundido con su hijo, que seguramente había sido capturado por los piratas. La señora le dió otra ropa, y Nico le siguió la corriente:
- Mamá - dijo, -¿En qué año estamos? - La mujer, con cariño le dijo:
- En el 1.612, campeón, y ahora acuéstate que mañana tienes que ir al campo a trabajar, a ver cuánto te van a pagar ¿No crees?.
- Nico levantó las cejas y frunció el ceño. Había decidido quedarse a dormir y mañana intentaría escapar de esa época en la que los niños tenían que trabajar en el campo. Se acostó en el colchón más grande y se tapó con una manta agujereada y con un montón de coseduras.
A la mañana siguiente, se despertó con un gran griterío y las campanas de la Iglesia sonando.
- ¡Piratas, piratas,! ¡Atacan los piratas!- gritaba la gente de fuera.
Se levantó y vio que la señora que decía ser su madre no estaba. Esto asustó un poco a Nico, pero salió a la calle.
Al abrir la puerta vio a unos piratas que estaban cogiendo a mujeres y niños , encadenándolos y encerrándolos en una jaula estrecha y llena de espinas. Otras personas corrían hacia la muralla.
Nico vio cómo un pirata se fijaba en él y corría deprisa para atraparlo. Se alarmó y echó a correr, pero, cuando iba a entrar en la muralla no cabía porque había demasiadas personas dentro. Así que, se dirigió hacia el río a toda pastilla y se escondió detrás de un grupo de palmeras. Consiguió escapar por los pelos y librarse del pirata. Cuando Nico se disponía a regresar, divisó a un grupo de niños encadenados a un árbol y con un pirata vigilando para que no se escaparan.
Se acercó sigiloso hacia allí, se escondió detrás de un arbusto y buscó una piedra. Encontró una muy grande y apuntó bien a la frente del pirata guardián. Cuando tiró, dio en el blanco y el pirata cayó medio atontado al suelo.
Nico le robó las llaves y empezó a liberar a los niños.
Empezó por una chica rubia de ojos castaños muy bien vestida, luego, por un chico moreno con ojos claros, y , cuando llevaba al menos cuatro niños y niñas liberados, le tocó liberar a un chico moreno de ojos verdes y piel clara...¡Moreno de ojos verdes y piel clara! ¡Igual que yo! Nico lo miró bien y no pudo evitar pensar que si le lavaban la cara y le ponían vaqueros, gorra y mochila, podría hacerse pasar perfectamente por él...
-¿Cómo te llamas? - Le preguntó Nico, con curiosidad.
- Me llamo...me llamo Nicolás. -Dijo él, tímido.
-¿Nicolás?, ¡Yo también! -Dijo Nico.
-¿En serio? Parecemos...Empezó él.
- ¡Gemelos! - Terminó Nico. Nico.
Lo liberó y acompañó a todos los niños y niñas hasta el poblado. Cuando llegaron, los piratas ya se habían marchado y los niños y niñas se fueron corriendo hasta sus casas.
-Gracias por salvarme. -Dijo Nicolás.
-De nada,- respondió Nico deprisa, -me tengo que ir.
-Pero...¿Quién eres?
-Toma, - Nico se sacó la moneda de plata que se había encontrado, - Para que tengas un recuerdo mío. - Él la cogió sonriente y añadió:
-¿Tú no eres de aquí, verdad?
Nico negó con la cabeza y se aproximó hacia la muralla. Tenía que irse, pero sabía que Nicolás guardaría con cariño esa moneda.
Entró en la muralla, buscó la piedra y con su lápiz verde chillón la tocó. Nico ya sabía lo que iba a pasar, y así fue. La puerta se abrió y él corrió porque sabía que su abuelo lo esperaba con dos bollos de crema...
-¡Abuelo, abuelo! ¡No sabes lo que me ha pasado! -Dijo nada más ver a su abuelo.
El abuelo le sonrió y se sacó del bolsillo una moneda igual a la que él le había dado a su nuevo amigo. ¡Es la misma! - dijo Nico.
Su abuelo le dijo: -Lo sé, mira, mi abuelo me la dio a mí, y a él se la dio el suyo.
FIN