martes, 28 de enero de 2014

Las Hojas



           

               


   Mónica se despertó. Estaba destapada, y hacía frío de invierno, aunque aún era otoño.
   Se levantó de la cama y salió. Todavía era de noche.
   Observó el castaño que había en el centro de su diminuto jardín, estaba casi sin hojas, y las pocas que le quedaban estaban marrones.
    - ¡Mónica! ¿Qué haces ahí fuera? ¡Te vas a helar! Entra, haz el favor.-
    Mónica vivía con sus abuelos y sus dos hermanos, uno mayor y el otro su mellizo, desde que sus padres fallecieran en un accidente de tráfico, entonces solo era un bebe, y no se acuerda de nada. 

    - ¿Qué haces ahí fuera? ¡Hace mucho frío como para salir a la   calle sin abrigarse, y encima, de noche!- Su abuela le estaba preparando un vaso de leche.
   
    - Toma, bebe, que te viene bien para que te entre el sueño.
    - Gracias abuela- Dijo tomando el vaso.
    - Oye... Abuela, ese árbol lleva ahí desde pequeña?, quiero decir...que cuánto tiempo lleva ahí. 


Su abuela soltó una carcajada, seguido de un golpe de tos.- ¡Ese árbol lo plantó mi padre, tu bisabuelo, cuando nací yo!Mónica abrió mucho los ojos y sonrió.   - Abuela, ¿ese árbol tiene tu edad? ¿Sesenta y nueve años? ¡Qué bonito! ¿Por qué no plantarían un árbol cuando nací?
La abuela se volvió a reír, tan fuerte que se hizo eco. 




   -Mónica, mi niña, plantaron ese árbol el día de mi nacimiento porque ese día fue el uno de noviembre, día de las castañas¡De ahí que sea un castaño! Ese árbol ha sido testigo de casi todos los acontecimientos de mi vida. Estaba presente cuando pronuncié mis primeras palabras, las de tu padre y las de tu hermano mayor Juan. También vivió el día de mi boda, porque yo y el abuelo nos casamos aquí... En fin, demasiadas cosas... ¡Ah! ¡Y sus hojas! ¡Sus hojas eran maravillosas...!
    - ¿Las hojas? ¿Qué tienen de especial? Yo nunca he visto nada en concreto que las haga especiales... Terminó Mónica que ya se había bebido su vaso de leche.
     - Bueno, eso es porque nunca te has fijado, - Replicó la abuela, - Mañana prueba a mirarlas más detenidamente y verás, y ahora a la cama, que ya es muy tarde, Mónica, querida.  
     A la mañana siguiente, Mónica se levantó temprano, despertó a Hugo, su mellizo, y a Juan su hermano mayor. Desayunó como una loca, se peinó, se lavó la cara y los dientes, y corriendo, se vistió para salir al jardín.
    - ¡Tranquila Moni, que todavía no se ha acabado el día, hay tiempo! le decía su abuelo.
    Cuando por fin salió al jardín, se encontró cara a cara con el castaño, se subió a él y se puso a examinar las escasas hojas que tenía.

    - Qué raro- Se dijo. - No veo nada especial en ellas...- pero pronto cambió de idea, porque de repente, en una de ellas surgió la imagen de una recién nacida, con poco pelo, y que lloraba en los brazos de un hombre muy joven, pero vestido muy anticuadamente. El hombre era rubio, de rasgos severos, y a su lado estaba la que parecía ser la madre del bebé. Ella era castaña, de ojos oscuros, y ropas como de otro tiempo. ¿Y si ese bebé era su abuela? ¿Y si los recuerdos de ese árbol estaban almacenados en las hojas y cuando las observabas aparecían? Mónica casi se cae del árbol del sobresalto.
    Se fijó en otra y ocurrió lo mismo, solo que la que salía en la imagen no era otra sino ella, con el chupete puesto y las mejillas sonrosadas. Estaba tumbada en la hierba junto a su mellizo Hugo, a su lado estaba su hermano Juan. Detrás estaban sus... ¡Sus padres!
Se fijó en ellos con infinito cariño. Su padre sonreía, y su madre estaba haciéndole cosquillas a Juan. Parecían felices. 
    No pudo evitar sonreír.
  Levantó la vista y se dio cuenta de que en las demás hojas también habían surgido imágenes.


    - Ya   conoces   el   secreto, mi  niña.   - Su  abuela  estaba observándola  desde la  puerta de su casa. -¿Lo guardarás?

    - ¡Sí, lo prometo!- dijo Mónica, y desde lo alto del árbol y con una ilusión única, siguió contemplando recuerdos.