UN LIBRO QUE PERDIO SUS HOJAS
Érase en una gran biblioteca de un país perdido
entre las nubes y la luna. Un libro que vivía en el hueco de la estantería
numero cuatrocientos veintiséis con su familia: dos hijitos, que aún no estaban
terminados de escribir y su esposa, que era una enorme libro lleno de poemas
infantiles.
Este libro (como he dicho) vivía tranquilo hasta
que un día, un niño que paseaba por la biblioteca, se fijó en su título y lo
cogió. Estaba leyéndolo, imaginando sus historias, viviendo sus aventuras,
cuando una señora con un rohete muy alto y de aspecto algo mayor (la
bibliotecaria) le dijo al niño:
-
Ya es hora de cerrar.
Date prisa.
El niño miró el libro y luego añadió:
-
Me lo llevo. Me gusta
mucho y… ¡Me lo llevo!
El libro se asustó. Ya se lo habían llevado otras
veces y siempre volvía con su familia, pero siempre pasaba mucho miedo.
Cuando salieron, el niño lo metió en una mochila
llena de juegos para la consola y películas y allí estuvo hasta que por fin,
después de mucho tiempo, lo sacó, lo cogió y comenzó a hojearlo de nuevo hasta
que ¡Ras!
¡Ay, ay! Exclamó el libro. El niño, sin querer, le
había arrancado una de sus hojas al intentar pasar de página.
¡Oh, no! Tendré que ir a casa a pegarlo, -El niño
lo volvió a meter en la mochila y de camino hacia su casa, al subir una cuesta,
el libro se salió de la mochila y se cayó al suelo.
-¡Aaaah! –El pobre libro tuvo que gritar de dolor.
Y ahora… ¿Qué hago yo? –Pensó el libro
Una señora, que paseaba por la calle algo
despistada, lo pisó y esto hizo que el pobre perdiera todas sus hojas.
Estuvo tirado en el suelo y deshojado casi dos días.-Pobre
de mí, se lamentaba, soy un libro sin páginas, un libro sin aventuras, ya no
valgo para nada. Pero, mientras pensaba esto, Esmeralda, una niña de tercero a
la que le encantaba leer, pasó por allí y lo encontró.
Lo recogió y se lo llevó a su casa y, al ver que no
le quedaban hojas, cogió un folio y comenzó a escribir un cuento sobre una niña
pirata que tituló “Luci y el pulpo Malababa”.
Al día siguiente, Esmeralda llevó el libro a la
misma biblioteca de donde procedía y le explicó a la bibliotecaria todo lo
sucedido.
Nuevamente, el libro fue devuelto a su estantería y
siguió junto a sus hijos, que con el tiempo fueron acabados, y junto a su esposa,
la de los poemas para niños. Y aquí, arropado por su familia, el libro volvió a
sentirse útil y a hacer volar la imaginación de quien lo leía.
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