Gema subió al avión rumbo a África. Nunca había estado allí,
y el hecho de ir le hacía sentirse orgullosa, y se la comían los nervios.
Tampoco olvidemos el motivo por el que iba: ella y sus
compañeros conocerían a Adze, el chico al que apadrinaban hacía diez años.
Se sentó al lado de Alberto.
-Que emoción.-Dijo Alberto. -¿Cómo crees que será?
Gema se encogió de hombros. Se habían comunicado con Adze
mediante cartas, pero nunca lo habían visto personalmente.
-¿Te acuerdas de cómo empezó todo? –Dijo Alberto.
-¿Qué si se acordaba? ¿Claro que se acordaba! De hecho, fue
ella y su amiga Eli las que tuvieron la idea de apadrinar a un niño de su edad.
Todo empezó el 27 se octubre del 2004. Gema iba a la
peluquería con Eli y su abuela. La abuela de Eli iba a hacerse los rulos y de
paso llevaba a las dos niñas para un corte de pelo.
Cuando terminaron, a Eli le llamó la atención que en vez de
darle la propina a la peluquera, su abuela la echase en una hucha en la que
estaba pegada la foto de un niño.
Enseguida lo comentó con su abuela: -Verás, querida, la peluquera
tiene un niño apadrinado, y este dinero, en vez de dárselo a ella, se lo echo
en esa hucha, y cuando esté llena, le mandará el dinero al niño que vive en
Egipto.
-¿Qué es tener apadrinado a un niño? –Preguntó Gema, atenta
a la conversación.
-Es ayudar a un niño o una niña que lo necesita, para que
pueda estudiar y de mayor, trabajar. –Respondió la abuela.
Esto les sorprendió mucho a las niñas.
Al día siguiente, en la escuela, Gema y Eli comentaron en
clase lo del niño que la peluquera tenía apadrinado. A todos les pareció
interesante, ya que la mayoría no sabían lo que era apadrinar a un niño.
-Oye… ¿Y si entre todos apadrinamos a un niño o una niña?
-Propuso Gema.
-Me parece bien, -Dijo el profesor Raúl.- ¿Estáis de
acuerdo? Aunque tenéis que ser responsables y ayudarle hasta que sea mayor.
-¡Si!, ¡Será genial! ¡Bien!
-Pues está decidido, apadrinaremos a un niño. –Anunció el
profesor. –Todos los meses deberéis esforzaros en poner algo de vuestras pagas.
Y así lo hicimos. Entre todos apadrinamos a un niño de
nuestra edad, Adze, y todas las semanas íbamos poniendo dinero en un tarro para
mandárselo a Adze.
Terminamos el colegio, pero seguíamos reuniéndonos para
echar dinero en un tarro. Además de dinero, le mandábamos material escolar y
ropa para él y su familia.
Durante este tiempo, mandábamos cartas y postales; Adze
siempre las respondía. Nos contaba cosas como que gracias a nosotros, su hermano
pequeño pudo vacunarse, que pudo ir a la escuela, que no tuvo que trabajar tanto
como la mayoría de los niños que vivían el su aldea y que compartía el dinero
que le mandábamos con otros niños.
Y así hasta el día de hoy, 14 de mayo, del 2014.
Hoy Adze cumple 18 años, y todos le daremos una sorpresa.
Habíamos cambiado nuestro viaje de estudios por pasar una semana en la aldea de
Adze.
Por fin llegamos. Nos costaba hacernos a la idea de que
estábamos en África, en Etiopía. Todo se veía distinto, y estábamos
emocionados.
Salimos del aeropuerto y cogimos un autobús para llegar a la
aldea donde vivía Adze: Bonko. Era una aldea muy pobre. Las casas eran
diminutas, había mucha suciedad, la mayoría de los niños vestían ropas
desgastadas y las mujeres llevaban cántaros en la cabeza y en brazos a sus
bebés. Pero lo que más me sorprendió era que aún así, eran felices, a ninguna
persona allí presente le faltaba una sonrisa. ¡Era increíble!
-Aquí es, dijo el profesor Raúl (que también los había
acompañado) señalando una casa pequeña, sin ventanas y con las paredes de
barro.
Eli tocó a la puerta. Esperaron unos minutos y salió un niño
unos años menor que ellos, de piel bastante clara para ser africano, que
llevaba una camiseta y unos pantalones vaqueros un poco grande. - Hola. Me llamo Falou. ¿Sois los “amigos” de Adze?
- Si, somos nosotros. ¿Tú eres su hermano, no? –Dijo
Alberto.
- No. Soy su primo. Su hermano está dentro. Pasad.
Entraron dentro de la casa. Apenas había muebles, dos
colchones, una mesa y tres taburetes.
En uno de los taburetes se encontraba sentada una mujer
alta, con trencitas en el pelo. A su lado, había dos jóvenes, uno de diez u
once años. El otro, tendría más o menos nuestra edad, de piel y ojos muy
oscuros y con gafas.
La mujer se levantó contenta y nos dio la bienvenida.
-Hola a todos, soy Edée, la madre de Adze. El chico con
gafas nos miraba con ojos muy abiertos.
-Sois… ¿Vosotros sois…? –Dijo de pronto. ¿Sois mis “amigos”?
–Preguntó, y acto seguido se echó a llorar.
-¡Adze! –Gritó Gema, que fue la primera en abrazarlo.
-Adze, tenemos un pequeño regalo de cumpleaños para ti.
-Dijo Dora. Y Raúl le tendió una cajita cuidadosamente
envuelta en un bonito papel.
Adze, aún con lágrimas en los ojos, la cogió y la sostuvo en
sus manos sin saber muy bien que hacer, si abrirla o no. Al final se decidió a
abrirla, aunque lo hizo muy despacio, con mucho cuidado.
Al abrirla, se encontró con un móvil de última generación.
Por supuesto, Adze no sabía lo que era un móvil, y le tuvieron que explicar que
servía para hablar y poder estar siempre que quisieran en contacto.
Se sentaron y hablaron un rato, Adze les contó que iba a ser
el profesor de la escuela, y que con el dinero que le mandábamos, su hermano y
su primo también estaban estudiando, quería construir un pozo para la gente del
poblado.
Al caer la noche, nos fuimos a nuestro hotel.
Esa noche, antes de acostarse, Gema pensó en Adze y en todos
los niños que había visto y que necesitaban ayuda.
Pensó que había que hacer algo, y si no se hace pronto,
muchos niños y niñas sufrirían, o simplemente no tendrían oportunidades en la
vida.
Al día siguiente, después de ver con Adze el hospital, se
dio cuenta de a qué quería dedicarse en un futuro, y también se dio cuenta de
que con muy poco se puede ayudar mucho.
Entonces decidió junto a sus amigos, crear una ONG ;“ADZE”
(Ayuda, Desarrollo y Cooperación para Etiopía) en honor a su querido amigo
Adze.
FIN
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